A veces estás aquí y escucho tus palabras como humo. Para que me veas te entrego signos y llaves, tardíos. Para que me mires desnudo mi alma como un relámpago. Mis manos desiertas se confunden con tu asombro. Mis ojos no te reconocen, los cierro para verte, pero ya te has ido.
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A veces estás aquí
y escucho tus palabras
como humo.
Para que me veas
te entrego signos y llaves,
tardíos.
Para que me mires
desnudo mi alma
como un relámpago.
Mis manos desiertas
se confunden con tu asombro.
Mis ojos no te reconocen,
los cierro para verte,
pero ya te has ido.
(L. de Gainza)
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